ÉCHEME TRAGO Y LLENE LA COPA
Derrama el vino su espíritu desde el metal
dulce de la uva que chorrea siendo cascada
en la garganta.
La mitología de la barbaridad dice que,
hay que beber hasta que se vea Cristo.
He bebido sus clavos y corona de espinas.
Me llevó por un oscuro paso del no menos claro camino;
brota la voz buscando consuelo.
Ornaba gris opaco humectando estos ojos añosos,
le alejaron el beso para que se instale el luto.
No me nutre esperanza, vida otra mejor
de soledad perseguida con sus gotas de sangre
en la brisa de las campanas
que van tañendo una capa de penas
filosa de puñales y llantos.
Se huele un abismo imperturbable.
Sí,
puedo reconocerte en el crepúsculo tibio,
vuelvo allí, al sitio en que dejaste tu perfume.
¿Ves cómo la daga del espanto acuchillo
mis próximas palabras?
Me digo más que nunca:
repíteseme las voces y su monotonía, me enredo,
la muerte se mete por mi oído izquierdo
bebiendo los sonidos que me halagan.
Hierven mis palabras para decir tanto y no digo nada.
Dejo caer el fragor de un rayo, permite que arda la arena
estallando la tristeza con el sándalo puro del dolor.
(Poema perteneciente a “Y en el último trago nos vamos”)
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