Una página de la historia de la infamia:
El apartheid en Sudáfrica
Mandela lo tenía claro: después del nazismo, nada tan siniestro como el “apartheid”. Un régimen que tuvo muchas amistades en Occidente, personajes como Fraga, pero también “demócratas” como los “tories”, como Reagan, Kohl. Hasta Felipe le vendía armas cuando el mundo entero los boicoteaba.
Pepe Gutiérrez-Álvarez (Para Kaos en la Red)
Para hacernos una idea de Sudáfrica es un país del tamaño de Alemania, Francia, Italia, Bélgica y Holanda juntos.
No hace mucho que Sudáfrica suscitaba comentarios como el siguiente: "La selva virgen cede paso, cada vez de modo más Intenso, a las carreteras; ciudades y pueblos, postes, telégrafos; puentes y edificios de todas clases…Todo ello se debe a que el Sur de África fue colonizado por hombres blancos procedentes de Europa hace más de trescientos años...". El comentarista, un "africanista" español, prosigue comparando a los boers con la comunidad amish popularizada en la película El único testigo (Whiness, USA, 1984), el famoso “thriller” de Peter Weil con Harrison Ford, y que insisten en vivir bajo formas de vida preindustriales. Los amish es un grupo, que en sus convicciones religiosas, mantienen características similares a de los cuáqueros, igualmente popularizados en el cine (Gary Cooper lo fue al menos en dos ocasiones, con El sargento York, de Howard Hawks, y en La gran prueba, de William Wyler). Los Amish también son pacifistas integrales que se niegan a participar en las guerras, que trabajan y viven sin ánimo de lucro. O sea exactamente todo lo contrario que los boers. Esto no les impedirá continuar con el mismo tono: "Todos los países vecinos negros son marxistas o tienen regímenes dictatoriales, y en todos la corrupción, mala administración y penuria económica son caracteres generales."
El autor naturalmente, olvida algunas cosas elementales. El régimen colonial no fue exclusivo de Sudáfrica, ocupó hasta el último rincón del continente; entre sus resultados también se cuenta la existencia de gobiernos dictatoriales que tuvieron en Pretoria su aliado preferente. Si existe alguna excepción, esta radica en que Sudáfrica es el país más favorecido del continente: tierras fértiles, clima templado, oro, diamantes, plutonio, minerales y, sobre todo, una mano de obra extraordinariamente barata. La República de Sudáfrica (Azania en bantú) se extiende sobre 1.123.226 kilómetros cuadrados, que no incluyen los denominados "Estados negros independientes" (solamente reconocidos internacionalmente por Pretoria, su Estado protector). Su costa atlántica mide 872 kilómetros, en tanto que la del Índico cubre 2;062. Limita con Mozambique, Swazilandia: Zimbabwe (la antigua Rhodesia de Ian Smith; otro racista cuya caída precedió a la del apartheid sin que esto significara ningún peligro especial para la privilegiada minoría blanca; aunque dichos privilegios siguen siendo un factor perturbador) Bostwana y Leshoto. La política exterior sudafricana en todo el cono sur y en la mayor parte de África no podía ser más destructiva. Era sin dudas el "hermano mayor"; el representante de todos los imperios en la zona, la llave de bóveda en la lucha contra el “comunismo” (concepto que sé hacia extensivo a todos los movimientos de liberación) en África en la época de una “guerra fría” que acabó con la victoria del "mundo libre".
Su población (en estimaciones de 1986) era de 28.4 millones de personas. De ellas, 19,66 son negras --con un crecimiento anual del 2,4 por ciento- ; 4, 9 blancos --con 1,4 de crecimiento anual--; 2,.95 mestizos y 900.OOO son asiáticos. Únicamente los blancos poseen todos los derechos propios de una “democracia” que excluye a los inferiores... Los negros pueden votar en sus "batunstanes" o "homelands", que dependían directamente del Ministerio de Asuntos Nativos de Pretoria, o sea que no podían escoger a nadie en contra de la opinión de dicho Ministerio. Los blancos ocupaban el 87 por ciento de las mejores tierras, los negros las restantes, en general tierras baldías...La misma situación se daba en la distribución de la renta. Los blancos percibían el 55, 4 por ciento y constituyen el 64,1 por ciento de los contribuyentes, pagando el 89 por ciento del total de los impuestos. Los negros recibían el 32 por ciento de los ingresos. La desigualdad era parecida en 1as prestaciones sociales", por ejemplo en las escuelas. El paro era testimonial entre los blancos, y arrasados entre los nativos, y obviamente, esta diferencia se reproduce en los índices de la delincuencia reconocida. Los 4.600.000 blancos estaban legalmente en posesión de 13 millones de pistolas (Financial Times. 6 de septiembre de 1985).
En 1984-1985, de las casi 800 personas reclasificadas, 518 mestizos se convirtieron en blancos, 14 blancos se convirtieron en mestizos, siete chinos se convirtieron en blancos y dos blancos se convirtieron en chinos, tres malayos se convirtieron en blancos, un blanco se convirtió en indio, 17 indios se convirtieron en' malayos. un malayo se convirtió en chino. 89 negros se convirtieron en mestizos y cinco mestizos se convirtieron en negros.
Los ideólogos del apartheid han tratado de justificar todo lo que conlleva, con argumentos bíblicos. con citas abusivamente extraídas del Levítico, e incluso han llegado a proclama en sus libros de historia que ellos...llegaron a lo que es hoy el país antes que los nativos. Los afrikaners llegaron a este rincón del mundo a mediados del siglo XVI, huyendo de la intolerancia religiosa que acompañó el dominio español en los Países Bajos. De convicciones puritanas, campesinas y calvinistas, los colonizadores trataron empecinadamente de mantener sus diferencias hasta el momento del gran desarrollo capitalista, en la que se mostraron especialmente tenaces y despiertos. Fueron adversarios radicales de los vientos que impulsaron la Ilustración, la Revolución Francesa y se opusieron con las armas al abolicionismo. Compararlos con los amish es como parangonar a Gandhi con el Ku Klux Kan, solamente porque unos y otros añoran tiempos pasados.
Los colonizadores de origen británico comenzaron a instalarse en Sudáfrica a principios del siglo XIX, configurando en su desarrollo un trato relativamente más "liberal" con los nativos, aunque en este punto siempre cedieron frente a los boers. Como ha escrito el autor de Las confesiones verdaderas de un terrorista albino (Versal, Barcelona, 1981), Breyten Breytenbach "Los blancos angloafricanos. en su mayoría, se acurrucan, débiles tras la muralla afrikaners, criticando, sí bien beneficiándose de una manera tremenda". Entre 1899 y 1902 la rivalidad entre ambos sectores produjo la "guerra boers", determinada ante todo por la voluntad de los británicos --todavía estrechamente vinculados con la metrópolis, mientras que los boers habían perdido desde hacía tiempo lazos con su país de origen-- en controlar los yacimientos de oro y diamantes recién descubiertos. La extrema crueldad utilizada por el ejército británico --jaleados desde Europa como adversarios del racismo- con los boers a los que encerraron por miles en campos de concentración terribles, endureció las contradicciones entre ambos grupos; no obstante, acabaron por encontrar un cauce integrador con las medidas de expolio y segregación de la mayoría negra, ampliando el pastel. Cabría añadir que esta línea general fue justificada por el propio Wiston Churchill, que conoció su mayor aventura militar en la guerra anglo-boers, y no fue en lo fundamental cuestionada en lo fundamental por ningún gobierno británico, incluyendo los de signo laborista.
El mismo método fue el que se utilizó de cara a la "cuestión social", o sea a la clase obrera blanca que, sólidamente organizada en sus Trade Unions, impulsó en 1922 al calor de la revolución soviética (que suscitó el natural entusiasmo en los sectores más combativos), una durísima huelga general que incluso revistió un carácter semiinsurreccional. Sin embargo, su trasfondo mayoritario no era otro que aumentar los privilegios, la parte del pastel, sobre todo con relación a la mano de obra africana. Como consecuencia de esta lucha, los obreros blancos ocuparon en las décadas siguientes todos los puestos de mando y de privilegio, y mantuvieron en líneas generales una diferencia salarial con relación a sus “compañeros” negros de alrededor de 5 a 1; algo que, por cierto, en Norteamérica defendió durante muchos años la American Federation Labor, el principal sindicato. .
El apartheid no fue, en contra de lo que algunos piensan, una ruptura con el período anterior, ya de por sí brutalmente segregacionista. Representaba, sí, un cambio cualitativo, aumentado en los años cincuenta y sesenta con una verdadera maraña de leyes racista -317 en total- que han regulado hasta los detalles más mínimos --baste decir que había lavabos para europeos y para no europeos- la vida sudafricana y fueron creando un antagonismo racial y socia abismal. Incuestionablemente, el "apartheid" es la expresión del capitalismo racista sudafricano. Mientras que los blancos han conseguido unos niveles de vida entre los más ricos del mundo, los negros soportaron unas condiciones de vida inferiores a las de buena sus hermanos de los países pobres vecinos. Con relación a esta cuestión, muy blandida por los racistas, dirá Mandela:
“Todos los trabajos inferiores en África del Sur, son efectuados invariablemente por africanos. Cuando es preciso llevar a limpiar alguna cosa, el blanco busca a su alrededor un africano para hacerlo, tanto sí está a su servicio como sí no. En función de esta actitud general, los blancos tienden a considerar a los africanos como seres de otra especie. No los ven como personas que tienen su propia familia; no imaginan que puedan tener sentimientos, que puedan enamorarse como los blancos; que se comporten con su mujer y sus hijos como los blancos; que quieran ganar dinero suficiente para educar decentemente a sus hijos, alimentarlos, vestirlos y llevarlos a la escuela. ¿y que criado o jardinero, peón africano puede esperar una cosa así...?".
Como dice Jean Ziegler en uno de sus libros africanos, "el oro del blanco es la lágrima del negro", las riquezas de unos es la pobreza de los más, y esta contradicción se desarrolla en Sudáfrica con una peculiaridad particular: a través de la discriminación racial...Durante siglos el negro sometido fue protagonizando diversas formas de resistencia, y fue derrotado siempre. Sin embargo, su anhelo permaneció. Como proclamaría también Mandela: '“...quieren salarios que les permitan vivir. Los africanos quieren los trabajos que son capaces de hacer, y no aquellos para los que el gobierno les declara capaces. Queremos vivir donde encontremos trabajo: y no ser expulsados de una región con el pretexto de que no hemos nacido en el lugar. Queremos el derecho a poseer la tierra que trabajamos y no ser obligados a vivir en viviendas alquiladas que nunca podremos llamar nuestras (…) queremos los mismos derechos políticos que los blancos, porque sin ellos seguiremos impotentes. sé que esto les suena revolucionario a los blancos de este país, porque la mayoría de los electores estará constituida por nativos africanos. Sí, el blanco teme a la democracia”
En Sudáfrica la democracia había que reinventarla.
Pero había un obstáculo muy importante, el colono blanco armado con las teorías de la supremacía racial que se apoyaban tanto en la Biblia como en unas teorías racistas que no fueron exclusivas de los nazis...De hecho, se aplicaron con la segregación en el “profundo sur” de los estado unidos. En Sudáfrica, su sector más “militante” era el afrikaners, sobre el que escribió Alan Paton: "En cierto sentido, el afrikaner es una figura trágica. Es un africano que tiene miedo a África. Es un africano que nunca se ha identificado con África. Si un día África lo rechaza, será porque él ha rechazado a África".
La victoria electoral del Partido Nacionalista (PN) va a marcar una "revolución" --así lo afirman algunos de sus teóricos--, un verdadero salto cualitativo en la dinámica tradicional del segregacionismo "atemperado" de los blancos. Este partido que no había ocultado sus simpatías por el III Reich y que cuenta con una importante fracción declaradamente fascista, el influyente grupo secreto Broederbond. El PN tiene un programa que aboga por "la abolición de la inferioridad --respecto a los angloparlantes, claro- de los afrikaners, en el plano económico y cultural”, y también por "la afrikanerización de la vida pública y de la educación según una línea nacional-cristiana", así como por "la separación de todas las razas no blancas en Sudáfrica, para su libre desarrollo independiente bajo la tutela de los blancos". Con estos confesados propósitos, los nacionalistas consiguen el voto boers --ya bastante de vuelta de sus tradiciones granjeras-- así como de amplios sectores depauperados e disconformes del sector de origen británico. En su favor blanden también el fantasma del peligro comunista-negro, y acusan a los "liberales" de facilitar el avance de este peligro que, de triunfar, acabaría con los privilegios y las formas de vida de "los europeos".
Las primeras medidas del gobierno nacionalista bóers son bastante claras: 400.000 indios son desposeídos de su exigua representación parlamentaria, poco después se les prohíbe a los africanos el derecho de permanecer sin un "permiso" en las 21 ciudades más importantes del Estado. Igualmente se les sustrae el derecho a votar candidatos blancos --habitualmente liberales o incluso comunistas-- , y se cambia el color del uniforme de la policía, típicamente británico hasta entonces por otro que recuerdan ostensiblemente el de la "Wermacht" alemana. No se puede negar que los afrikáners tuvieron al menos la virtud de hablar con claridad, al menos en algunas ocasiones como cuando Johannes Strijdom, primer ministro de la Unión Surafricana en los años 50, declaró a la prensa internacional: "Llámenlo supremacismo, gobierno del amo o lo que ustedes quieran. Continúa siendo dominación. Soy tan descarnado como puedo. No estoy dando excusas. O el blanco domina o el negro toma el poder. La única manera que el europeo puede mantener la supremacía es por dominación. y la única manera en que puede mantener la dominación es retirando el voto a los no europeos".
La reacción de la mayoría negra será una creciente radicalización, ya que, como escribirá Albert Luthuli, el llamado "Gandhi sudafricano": "...la victoria del Partido Nacionalista en 1948 se adelantó en mucho: años a la negativa total de aceptar el yugo blanco (...) Malam, Strijdom y Verwoerd han realizado parte de nuestro trabajo. han mostrado sin ambigüedades al pueblo africano todo aquello a lo que el Congreso (CNA) intenta oponerse. y por fin el pueblo africano ha respondido también sin ambigüedades Ya no se oponen unas pocas voces del Congreso a las nuevas medidas que se tomen. Ahora es la voz unánime de los africanos la que dice: No aceptamos". En los años siguientes el sistema del "apartheid" se irá aplicando inexorablemente.
Aunque se encuentre (políticamente) ya en el basurero de la historia, conviene recordar lo que significó concretamente durante casi medio siglo. En términos afrikaners quiere decir desarrollo por separado, lo cual no es de entrada, en absoluto, cierto. Es un sistema en virtud del cual se restringen violentamente los derechos políticos y socioeconómicos de los africanos "personas de color y asiáticos, un sistema que reserva para la minoría blanca todos los privilegios y condena a los africanos a ser miserables y sentirse como extranjeros en su propio país. Para resumirlo sintéticamente en palabras de Johnny Makatini, uno de los líderes históricos del CNA, el "apartheid" significa que los negros:
"1º No tienen derecho al voto: 2º. No se les reconoce ningún derecho de propiedad: 3º. Residencia forzada en lugares determinados, siempre a 20 o 3º kilómetros de las ciudades; 4º No tienen derecho a circular por el país. Siempre que salen de casa han de llevar el salvoconducto de ochenta páginas (diariamente --cuando esto fue escrito- hay unas mil detenciones por contravenir esta ley, siendo la pena de 14 días de arresto). 5º. Existe permanentemente un toque de queda para los africanos a partir de las once de la noche; 6º No hay derecho de huelga. La mayoría de las huelgas son consideradas sabotaje. La pena es de cinco años o la muerte. 7º. No tienen derecho a constituir Sindicatos. 8º. El derecho laboral merca un salario máximo para el africano y mínimo para los blancos 9º. Segregación absoluta en la enseñanza no sólo de blancos y negros, sino de todos los grupos raciales, incluidas las tres principales familias de africanos: zulúes, xhosas y sothos. 10º. Prohibida la enseñanza de carreras técnicas en las universidades para africanos; 11º. Segregación absoluta en todos los aspectos sociales, medios de transportes, establecimientos comerciales, diversiones, etc.; 12º . prohibición de matrimonios mixtos o relaciones sexuales, siendo penalizados hasta con cinco años de prisión. 13º. Separación de los cónyuges y dé los hijos habidos en el caso de los que no hayan respetado la anterior ley".
En 1950 el gobierno de Pretoria impone --en el cuadro inicial de la "guerra fría" y del "macarthysmo" en Norteamérica-- la llamada “Ley de Supresión del Comunismo"" en la que se tachaba de comunista no solamente a los partidarios de "la doctrina del socialismo marxista tal como fue expuesta por Lenin y Trotsky, y la Tercera Internacional"--lo que implicaba la prohibición automática del partido comunista sudafricano-- sino también a "todo lo que tienda a provocar cambios políticos, industriales, sociales o económicos dentro de la Unión" y que "persiga la animación de sentimientos de hostilidad entre las razas europeas y no europeas". En una de sus elocuciones de la época, el jefe del gobierno Dr. H.F. Verwoerd, explicitaba de cara a Occidente el significado de dicha ley en los siguientes términos: "Nosotros, en Sudáfrica, somos los mejores aliados que Occidente puede tener en África. Estamos en la primera línea de la Civilización Occidental. Somos la única nación consistente y genuina en que Occidente puede confiar. No nos expulséis de vuestro seno a Vuestros amigos. Los comunistas tratan de hacerse con el apoyo de las naciones de color de Asia y África. y lo perderéis sí fomentáis la malevolencia contra el blanco en Sudáfrica. Con ello contribuiréis a que las naciones africanas se unan a los comunistas en su lucha contra Occidente"
Aunque en la primera fase de la Liga de la Juventud, Mandela y sus amigos llegaron a pedir la expulsión del SACP del CNA, propuesta que fue rechazada por los moderados que consideraban al ANC como un "parlamento en el que se acomodaban personas de diferentes convicciones políticas, unidas todas por la meta común de la liberación nacional. En los años siguientes, Mandela tuvo ocasión de anudar lazos de camaradería con muchos comunistas y las diferencias de principio se fueron limando hasta alcanzar, ya en los años sesenta, una amplia convergencia. En 1950, Mandela como los demás líderes del CNA, comprendieron que la ley: "...no sólo iba dirigida contra el partido comunista sudafricano, sino que estaba destinada a atacar y destruir todas las organizaciones políticas que condenaban la política racista del gobierno sudafricano. Nosotros sentíamos que aún cuando fuera dirigida contra el SACP, nos opondríamos sin embargo, porque creemos que cualquier organización política tiene derecho a existir ya defender su punto de vista".
La respuesta a la ley fue una huelga general que se desarrolló el 26 de junio de 1950 y que fue reprimida en varios puntos con un duro coste de muertos y heridos entre los africanos. Por aquel entonces, hombres como Walter Sisulu empezaron a hablar de un programa de acción conjunto con el Congreso Indio que había fundado Gandhi y que mostraba una gran capacidad de iniciativa, sin duda incentivada por la independencia de su país de origen. Mandela que también había sido reticente a este tipo de planteamientos, había asistido con admiración a las movilizaciones de los hindúes que habían mostrado su coraje a través de grandes marchas a pie en protesta contra las medidas que limitaban todavía mas sus derechos.. Por otro lado, aunque inmerso an las actividades militantes, Mandela no abandonó sus estudios y finalmente consiguió ser el orgullo de los suyos como abogado, tarea que compartió durante la primera mitad de los años cincuenta con Oliver Tambo. Tambo había comenzado a estudiar Derecho con Mandela, en 1948, y en 1952 pudieron inaugurar un bufete entre los dos en Johannesburgo. El despacho trataba de mantenerse en un terreno profesional, sin embargo fue imposible. Se alojaban en un apartamento alquilados a un ciudadano indio que daba de frente al Magiastrate Court Chanchellos House, en el centro judicial de la ciudad, en Fox Streeet, un lugar céntrico, lo que llegó a ser, por sí mismo, una realidad desafiante para el "poder pálido" que pocos años después haría imposible algo semejante, cuando la piqueta derrumbó los edificios del lugar para poner otros nuevos considerados ya como parte de una "zona blanca" m la que Los africanos eran como extranjero sin derecho a tener pro piedades. Nadie mejor que Oliver Tambo para narrar lo que pasaba en aquel gabinete:
"Durante años trabajamos juntos en las oficinas cerca de los tribunales. Cada semana, para alcanzar nuestro escritorio, Nelson y yo atravesábamos la barrera de las pacientes colas de personas que se desbordaban de las sillas de las salas de espera e los pasillos. Sudáfrica tiene la equívoca reputación de ostentar una de las mayores poblaciones prisioneras del mundo. Las cárceles están atiborradas de africanos encarcelados por graves delitos --y los crímenes violentos aumentan sin cesar en las sociedades segregacionistas-- pero también por pequeñas infracciones a la ley estatutaria que en ninguna sociedad realmente civilizada se castigarían con la prisión. Estar desocupado es un crimen porque ningún africano puede durante mucho tiempo evitar el arresto, sí su documentación no lleva el sello autorizado y aprobado. Carecer de tierras puede ser un crimen, y cada semana nos entrevistábamos con las delegaciones de campesinos canosos, gastados por el tiempo, que venían de las zonas rurales para contarnos cuantas generaciones de sus familias habían trabajado un pequeño trozo de tierra del cual estaban ahora despojados (...) Las leyes sudafricanas de segregación convierten en "criminales"' a innumerables personas inocentes. la segregación provoca el odio y la frustración entre las gentes. Los jóvenes que debieran estar en las escuelas aprendiendo un oficio vagan por las calles, se juntan en pandillas y toman el desquite de la sociedad que les ofrece únicamente el callejón sin salida del crimen y la pobreza. las carpetas ámbar de nuestros despachos se llenaban de miles de estas historias y sí, cuando declaramos nuestra asociación legal, no éramos rebeldes contra la segregación sudafricana, nuestra experiencia en el trabajo repararía la deficiencia. Nos habíamos elevado a la condición profesional en nuestra capacidad, pero cada caso en los tribunales, cada visita a las cárceles para entrevistar clientes nos señalaban el sufrimiento y la humillación que quemaban a nuestro pueblo".
El bufete encontraba dificultades por todos lados. En los tribunales cualquier empleado se sentía con capacidad para tratarlos de malos modos, y tenían que darles muchas vueltas a las leyes para sacar de ella unas ventajas para sus dolidos clientes. Su situación en el centro de Johannesburgo siempre parecía precaria, solamente consiguieron permisos limitados, parciales, que tenían que renovar una vez y otra. Finalmente tuvieron que trasladarse a una zona "a mucha distancia de donde los clientes podían alcanzarnos durante la jornada de trabajo" (Tambo). Entonces desafiaron de nuevo las leyes y crearon con la ayuda del ANC diversos despachos que funcionaban en las proximidades de los tribunales, hasta que aparecía la policía. En la Corte no obstante, Mandela impresionaba. No estaban los blancos acostumbrados a tratar con un africano de su talante, firme, de una gran elegancia, que había conseguido el respeto de los jueces con sus intervenciones brillantes, irónicas, en ocasiones dignas de una comedia --o mejor una tragicomedia-- como en la ocasión que una pobre criada fue acusada de robarle ropa a su señora. Mandela removió un hatillo de ropa sucia y sacó al azar una de las prensa que contenía. La levantó con la mano y se dirigió a la digna dama: "Perdone señora, ¿es esta ropa suya?". Avergonzada ante aquel trapo, la señora respondió que no y el juicio fue sobreseído.
Mandela lo sobrellevó todo con la idea de que cumplía: "...un deber que tenía, no para mi pueblo solamente sino también para mi profesión, practicar el ejercicio de la ley y de la justicia para toda la humanidad, gritar contra esta discriminación que es injusta en esencia y opuesta a todas las bases de la actitud hacia la justicia que es parte de la tradición legal que se aprende en este país. Creí que asumiendo una posición contra esta injusticia, sostenía la dignidad de lo que debiera ser una honorable profesión".
En 1953, la Sociedad Legal del Transvaal exigió a la Corte Suprema que suprimiera los nombres de Tambo y Mandela de las listas del oficio por sus actividades durante la campaña del CNA de Desafío a las Leyes Injustas, sin embargo el recurso. promovido por el sector más reaccionario de la abogacía, no prosperó y ambos pudieron seguir ejerciendo combinando los tribunales con sus acciones políticas. Oliver Tambo siguió al frente. de la Liga de la Juventud como secretario general entre 1954 y 1958 En 1954 se le prohibió asistir a reuniones públicas, y en diciembre de 1956 fue uno de los procesados durante el Juicio por Traición. En 1959 se le proscribió de nuevo. En 1961 tuvo que optar por el exilio donde accedió a la secretaria general del CNA como el único de los "jóvenes turcos" (así los llamó un dirigente comunista de la época) que en la mitad de los años cuarenta se propusieron imprimir un nuevo curso al CNA La muestra de que lo consiguieron está en los grandes movimientos de la década siguiente
Las leyes raciales promulgadas por el gobierno del amo, en el más puro estilo nazi de los años 30 y 40, originaron un sistema totalitario dotado de una casuística cotidiana aberrante. A ésta pertenece Sandra Laing, la niña de 11 años que en 1966 fue legalmente "reclasificada" de blanca en "persona de color". Después de probarse que había sufrido un "receso genético" revelador de ciertos caracteres africanos, a pesar de que sus padres y sus tres hermanos eran blancos, se procedió a la reclasificación, lo que obviamente, significaba la pérdida radical de sus derechos, o sí se quiere, de sus privilegios.
Pero tendría que haber un final en este túnel, ya como que diría el noble Albert Luthuli: "África del Sur constituye una pieza de museo en nuestra época, un residuo del pasado oscuro de la humanidad'' una reliquia de una época que ha muerto o que está muriendo. Aquí el culto a la superioridad racial y a la supremacía de los blancos se practica como una Idolatría".
Artículos de Pepe Gutiérrez-Álvarez en Kaos en la Red >>
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