Saturday, July 07, 2007

EPITAFIO DE UN TORTURADOR

Por Alejandro Lavquén

Ni la lluvia quiso tocar el momento de tu muerte, ni presenciar el sepulcro ni recordar los asesinatos; sólo se dejó caer tras sellar la madriguera los angarilleros, cuando el cinco de Julio agitaba el invierno en su corazón. Tres funcionarios y un sacerdote depositaron tu cadáver al pie de los gusanos, sólo las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul tuvieron piedad para cederte un agujero, la piedad que no usaste con aquellos a los que les arrancabas las uñas y penetrabas con la violencia del psicópata acunado por los militares. Osvaldo Romo verdugo y traidor, las bestias de las bestias esperan ansiosas morder tu carne y socavar tus entrañas en las cárceles dantescas de Satanás. El sacerdote Juan sintió vergüenza y oculto su nombre, adormeció su memoria y no recordó las palabras de Dios. Sellaron tu nicho en el silencio dentro del silencio. A tu paso, se escuchó un grito en el Patio 29, la tumba de los desaparecidos creció por un momento desde las entrañas de la tierra, se cubrió de sangre la decencia y se pudrieron los testículos de la infamia. Pero aún quedan flores a lo largo de la tierra, aún retumban voces en los cancioneros, aún se escucha la voz de Salvador Allende llamándonos a no detener la marcha..., llamándonos a despedir el olvido y sembrar la historia...

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