Friday, July 13, 2007

EL ELEFANTITO PREGUNTÓN


En antiguos tiempos, el elefante ya tenía una piel gruesa y rugosa, pero no tenía trompa, sólo una nariz redonda y abultada. Hubo un elefantito que padecía de insaciable curiosidad, preguntaba y preguntaba de todo lo que veía, olía, sentía y gustaba; y toda su familia le daba unas palizas tremendas. ¡Pobre elefantito!, sin embargo, no se le quitaba la curiosidad. Una mañana se le ocurrió una pregunta nuevecita: ¿Qué come el cocodrilo? Y de solo mencionarlo, todos le dieron de golpes y azotes: su tía, la alta jirafa; su tío, el gordo hipopótamo; su tía, la gran avestruz. El pájaro Kolokolo le aconsejó ir al verde río Limpopo para averiguarlo él mismo. A la mañana siguiente, el elefantito cargó sobre su pesado y ancho cuerpo 100 plátanos, 100 cañas de azúcar, 50 cocos, 50 melones y emprendió su viaje.

El curioso elefantito no había visto un cocodrilo ni tenía idea de su aspecto. Así que en cuanto vio a la víbora Pitón-pica-bicolor, le preguntó atento y cortés sobre el cocodrilo y en respuesta recibió unos cuantos latigazos con el flexible cuerpo de la culebra. Anda que te anda, tropezó con una cosa que le pareció un tronco de árbol a la orilla del agua. Eso parecía, pero era el cocodrilo. Para responder al elefantito, le pidió se acercara para decírselo en secreto. El elefantito se acercó y al tocar la cabeza del reptil, éste lo atrapó por la nariz dispuesto a comérselo. La víbora Pitón –pica–bicolor se enroscó en sus anchas patas jalándolo para ayudarle y gritó: -¡ tira hacia atrás lo más fuerte que puedas!. Pero el paquidermo no se safaba sólo su nariz comenzó a crecer. Por fin, dos pueden más que uno, y el cocodrilo lo soltó. El elefante se envolvió la nariz en hojas frescas de plátano y la hundió en el río Limpopo, esperó tres días, pero su nariz no se encogió. Ahora tenía una larga y gruesa trompa.

Triste el elefante, sentado a la orilla del río y al lado de su compañera enroscada, recibió un picotazo de una abeja y sin siquiera pensarlo, alzó la trompa y espantó al insecto.-¡Ventaja número 1 !, observó la culebra.
El elefantito extendió su trompa y cogió un manojo de hierba, lo sacudió contra las patas y lo llevó a su boca. -¡Ventaja número 2 ! volvió a observar la víbora.
Al sentir tanto calor, sin pensarlo, hizo una torta de lodo y se la plantó en la cabeza, luego sumergió la trompa en el agua y echó un gran chorro sobre su cuerpo. -¡Ventaja número 3 ! dijo la culebra. Y agregó : - ¿Te gustaría dar azotes? –
-Sí, me gustaría mucho- respondió el pequeño elefantito.
-Bueno, pues ocupa tu nueva nariz-.

El elefantito dio las gracias y regresó con su familia. En el camino fue recogiendo del piso lo que necesitaba sin tener que arrodillarse. Cortaba rama de los árboles con la fuerza de su trompa, ayudado de los lóbulos que al final de la misma tenía. Podía sentir la dirección del viento con solo levantarla, y además, la sonaba con gran fuerza como si de una trompeta se tratara. Cuando regresó, todos se burlaron de su gran nariz, y quisieron golpearlo, pero tremenda tunda se llevaron ellos. Arrancó plumas a su tía avestruz, pescó a su tía jirafa de una pata y la arrastró, le sonó la trompa en el oído a su tío hipopótamo y nada le hizo a su amigo el pájaro Kolokolo. Con aquella nueva trompa ya nadie le hacia daño pero tampoco lo aguantaban. Sus bromas fueron tan pesadas, que toda su familia desfiló al río Limpopo a pedir trompas largas al cocodrilo y cuando regresaron, nadie azotó a nadie ya.

Desde entonces. todos los elefantes tienen largas trompas, gracias a la insaciable curiosidad de aquel pequeño elefantito.

Rudyard Kipling (1865 – 1936)

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