Tuesday, February 20, 2007





Opinion
HABLEMOS DE SEXO
El pensador marxista Whilhem Reich estaría feliz de saber que se inaugura este nuevo espacio en El Siglo. El invocaba al sexo y al poder como los dos ejes centrales de la vida humana.
Hoy, el “pensamiento único” que domina nuestra cultura prefiere relegar al olvido las razones de Reich, pero el hecho es que a comienzos del siglo veinte, el autor autríaco hizo una profunda crítica a la moral sexual dominante a partir del estudio científico de los mecanismos evolutivos del ser humano.
Apoyado en el análisis clínico y en la investigación de la condición biológica de nuestra especie, el científico marxista desentrañó las estructuras autoritarias y represivas de tabúes, mitos e instituciones que pesan sobre la vida sexual moderna. Describió “la miseria sexual que padece la prácticamente totalidad de los componentes de la sociedad humana actual” y denunció las causas económicas, sociales y políticas que la engendran, derivadas en su opinión del sistema capitalista.
Para Reich, las represiones –que él llama “opresiones” en una traducción literal-son un complejo sistema ritual que sirve para reproducir y regular el modelo dominante, en este caso, la sociedad católica, clasista, racista, patriarcal y de mercado.
Una de estas represiones –la más persistente y simbólica en nuestra cultura- es la prohibición total o parcial con que el capitalismo rodea al sexo y todo lo relacionado con esta dimensión humana. En esa perspectiva conservadora, la religión impone la idea de que para felicidades está la otra vida. Los goces y disfrutes, particularmente los corporales, son malsanos y perniciosos. Venimos a este mundo a sufrir, a reproducirnos, a obedecer a dios y a la iglesia.
A esto se superpone en las economías de mercado la asignación de un rol superficial y frívolo a la sexualidad. De tal modo que el placer sexual, el deseo, el coito quedan arrinconados como atributos frívolos, resabios animales o bajas formas de hedonismo.
Probablemente esa moral opresiva que fue denunciada hace un siglo por Reich es la responsable de que en nuestra cultura cristiano-occidental haya poca y pobre preocupación por un tema tan crucial como la satisfacción sexual humana. Peor aún, la ideología conservadora ha infiltrado incluso a amplios sectores de sociedad –incluso a las organizaciones proletarias- que relegan a rango secundario su derecho a una sexualidad sana.
Aún en los períodos más abiertos y libertarios de nuestro tiempo, los intelectuales, artistas, dirigentes y pensadores progresistas han debido buscar subterfugios para observar lo erótico. Desde cubrir la desnudez con manchas de pintura –como en la Capilla Sixtina- hasta darle un barniz protector de teoría estética a los escritos que exaltan los sentidos.
En la producción intelectual del occidente capitalista resulta difícil encontrar alguna imagen del placer sin que medie la vulgarización picarona, el distanciamiento científico, la moraleja protectora, o la disculpa final.
En esta columna intentaré superar esas muletillas con el objeto de aproximarnos a la forma real de vivir la sexualidad de nuestros lectores. Me gustaría que ustedes participen de este intercambio, me cuenten sus dudas y problemas sexuales, hagan aquí sus preguntas y viertan sus inquietudes. Yo las responderé con mucho cariño y con toda la sabiduría que mis limitaciones me permitan. En este diálogo usaré el humor, la ironía, la información científica disponible, una cierta poética urbana, la experiencia terapéutica conocida, las estadísticas existentes, mucho sentido común, una dosis importante de herramientas del periodismo, pero sobre todo el genuino interés de escuchar, registrar y responder lo que ustedes necesitan contar sobre su sexualidad.
Envíen sus preguntas y comentarios al mail comunacha@yahoo.es
Pamela Jiles

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