Wednesday, January 03, 2007



QUE SE VAYAN

Enviado por: "politicaconosur@gruposyahoo.com" politicaconosur@gruposyahoo.com
Lun, 1 de Ene, 2007 2:17 pm (PST)
por Juan Pablo Cárdenas, 06 de diciembre de 2006, www.elclarin. cl

Con razón se argumenta que la corrupción política se explica en la ausencia de utopías y liderazgos de sólida raigambre moral. Somos más de 16 millones los habitantes de Chile y entre nosotros cada vez existe menos identidad y propósitos comunes. Los militantes políticos se acotan a los operadores, a los profesionales de la actividad y a unos cuantos nostálgicos del pasado. Lo que vale actualmente es el dividendo que pueda traer integrar un partido, un club, hasta una denominación religiosa. “Darse vuelta la chaqueta” “cambiarse la camiseta” son prácticas corrientes en los más distintos ámbitos. Todo se vale en la búsqueda del triunfo personal, en la sobrevivencia sin reglas ni metas claras. Todos reconocemos que vivimos una crisis, pero hay quienes se autocomplacen en que la corrupción de nuestros políticos es más discreta que en otras partes. Se acepta, en general, que las inequidades arriesgan un gran estallido social, sin embargo lo que provoca mayor escándalo es denunciar el fracaso del modelo económico. Aún cuando nuestro crecimiento ya esté por debajo del promedio latinoamericano y se ponga en evidencia que el cobre, más que una “viga maestra”, es por ahora nuestro único salvavidas. Las autoridades se resisten tenazmente a reconocer sus desaciertos y emprender los cambios necesarios: se promete redistribuir el ingreso, pero el ministro de Hacienda anuncia a los empresarios flexibilidad laboral. Se proclama transparencia, “caiga quien caiga”, pero el ministro del Interior presiona a los parlamentarios para que la comisión investigadora no dé a conocer los nombres de los políticos corruptos. Las utopías se han sumergido y los liderazgos farandulizados, pero si hay que sumar una explicación a todo los que nos sucede y conmueve es que en nuestro país las instituciones realmente dejaron de funcionar. Ni los partidos, ni los clubes de fútbol. Tampoco los gremios y los sindicatos. Menos, todavía, los organismos contralores. La regionalizació n es mentira y los colegios municipalizados, un verdadero desastre. Las universidades privadas evidencian un negocio descarado “sin fines de lucro”. Somos un país asaltado por el capital extranjero, las isapres, el sistema electoral, la usura bancaria y desde luego, la delincuencia común, todas las cuales alojan en los privilegios heredados y en la impunidad. Nada resulta dentro de las actuales estructuras La Justicia aboga por modernizarse, pero las leyes que dictan los parlamentarios caen rápidamente en el absurdo y en la ineficacia. En La Moneda tenemos hoy una mujer, pero igualmente tironeada por los malos hábitos del amiguismo, el nepotismo y la avidez por los caudales públicos. Dictamos normas medioambientales, pero con ellas los resquicios y prebendas especiales para seguir contaminando, exterminando nuestros recursos y ahogando nuestra calidad de vida.Las vetustas estructuras del pasado tambalean en sus vicios. Para el cambio, es preciso empujar su completo desmoronamiento. Para la refundación de nuestro estado, hay que consolidar urgentemente instituciones sociales poderosas y con capacidad de novilizarse. Apelar a un pacto social entre los jóvenes y los oprimidos, cuya eficiencia tantas veces se ha probado en la historia. No podemos justificarnos en el “mal menor” y confiar que desde la actual descomposició n surja la sanidad. No se puede seguir contemporizando con los viejos amos del poder político, implorando, por ejemplo, cuotas indignas en su festín cupular. Es preciso que se vayan, que le den paso a las nuevas generaciones y referentes.

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