Friday, September 21, 2007

FIESTAS PATRIAS Y DEMOCRACIA

Por Alejandro Lavquén

Cada año, cuando se celebra nuestra Independencia, el 18 de Septiembre, afloran los sentimientos patrióticos. Autoridades y pueblo (parte de él en realidad), se refieren a las hazañas guerreras, a la idoneidad y disciplina de las fuerzas armadas y por supuesto a nuestra tradición democrática y pluralista. También evocan nuestras raíces originarias, de donde supuestamente vendría nuestro heroísmo. Asuntos que son absolutamente distorsionados por la ignorancia de la gente y manipulados por el interés económico-social de la clase dominante, que además maneja los poderes del Estado, bajo la estricta supervisión de la plutocracia empresarial. La historia de Chile, no es distinta, en esencia, a la historia de otros pueblos del mundo. Es la consabida historia de la permanente lucha de clases en las diversas formas que éstas van tomando según el desarrollo económico de cada nación.

¿Basta para ser un país democrático que en estas fiestas se le dé espacio a los pueblos originarios para que se "expresen", como hemos visto este año? ¿Es suficiente que los militares hayan integrado a la mujer a sus filas para creer en una doctrina democrática de las FFAA? ¿Es parte de la democracia alabar la picardía del roto chileno endieciochado, y el resto del año verlo como algo sencillamente pintoresco? ¿Podrá llegar alguna vez el roto chileno al Parlamento?

El 18 de Septiembre se celebra, si somos rigurosos, solamente la instauración de la primera Junta de Gobierno, que de alguna manera seguía ligada a la corona de España, la verdadera Independencia se conquista el 12 de Febrero de 1817 en la Batalla de Chacabuco, luego viene un período de asentamiento a lo largo del territorio hacia el sur, hasta derrotar completamente a las fuerzas españolas, Batalla de Maipú incluida. Es decir, el 18 de Septiembre celebramos una Independencia a medias, o si usted quiere, "en la medida de lo posible" como nuestra actual democracia.

Durante el Te Deum, pudimos observar a un representante del pueblo mapuche elevando plegarias a Jesús el Cristo ¿Por qué no invitaron a la ceremonia a los mapuche que aún veneran sus propias divinidades? A los que mantienen las tradiciones y se resisten a un Dios impuesto por la fuerza de la espada y el arcabuz, totalmente ajeno al modo de vida de este pueblo ¿Qué tiene que ver el Dios de los cristianos con los ríos, bosques milenarios y costumbres de una raza nacida en el sur del mundo? ¿Se les invitó acaso por un afán de mostrar lo democrático que somos los chilenos? Pues bien, la verdadera democracia permite mostrar la diversidad de los pueblos sin imponer las normas de la clase dominante a las minorías étnicas, como en este caso. Tras la fiesta, en la prensa se lee lo siguiente: "A los huasos, este año se sumaron los saludos de representantes de las etnias mapuche, quechua y pascuense. Los primeros ofrecieron danzas y saludos encabezados por el lonko Francisco Painepán; los segundos fueron representados por un reducido grupo de cerca de seis personas; los últimos, en tanto, regalaron a la Presidenta objetos típicos de Rapa Nui". Una burla, porque mientras esto sucede, el Estado no hace nada que tome en cuenta los reclamos históricos de estos pueblos, que más que disfrutar ser parte de Chile, sufren la discriminación y atropellos de todo tipo. Basta recordar la solicitud del Estado para aplicar la ley antiterrorista a lonkos mapuche para dejar contentos a los latifundistas y transnacionales que les arrebatan sus tierras mediante artimañas. A los Rapa Nui, en el fondo sólo los consideran como la cultura de los Moais y el Sau-Sau, un "rincón" de Chile para la exportación. Jamás se ha pretendido integrarlos de otra manera. A los Quechua, se les relaciona con los instrumentos andinos más que con una cultura que florecía antes de la llegada de los conquistadores en el siglo XVI. Menos, en los colegios, se enseña de manera debida sobre estos pueblos.

Acerca de los militares y su tradición democrática, a quien indague los sucesos más oscuros y violentos de nuestra historia, siempre los encontrará allí, disparando contra el pueblo y sirviendo a los intereses de los poderosos. Es cosa de recordar las matanzas de trabajadores ocurridas en Chile durante la primera mitad del siglo XX: Valparaíso (1903), Santiago (1905), Antofagasta (1906), Escuela Santa María de Iquique (1907), Puerto Natales (1919), Punta Arenas (1920), San Gregorio (1921), Marusia (1925), La Coruña (1925), Ranquil (1934), etcétera. Para qué vamos a hablar del 11 de Septiembre de 1973 y sus consecuencias posteriores, o de la Guerra Civil de 1891, donde los militares aniquilaron salvajemente a sus pares que apoyaron a Balmaceda. Entonces, no nos pidan que vayamos a aplaudir a los soldados mientras desfilan el 19 de Septiembre. Tenemos claro que no es el mismo ejército de otras épocas y de que sí han existido militares de pensamiento democrático y constitucionalista, pero eso no es ninguna garantía de que no volverían a levantar las armas contra el pueblo.

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