Tuesday, September 11, 2007





Manifesto
Endre Farkas; Elías Letelier; Carolyn Marie Souaid

Vivir. Como un árbol solo y libre
como un bosque en hermandad.

-Nazim Hikmet (1902-1963)

Freedom Anthology
Irving Layton, uno de los poetas más conocidos de Canadá, escribió su propia versión de las líneas de Hikmet:Por sobre todo, dijo, poesía es libertad. Estas palabras declaran un imperativo. Al comprometerse en el acto de escribir poesía, el poeta afirma y defiende el derecho humano esencial a la libertad.

A través de la historia, los poetas han estado en la vanguardia de la lucha por la libertad. Esto reside en la naturaleza misma del arte. Octavio Paz definió a la poesía, en parte, como “...conocimiento, salvación, poder... Una operación capaz de cambiar el mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; un ejercicio espiritual, es un medio de... liberación”. (The Bow and The Lyre, McGraw-Hill, 1975). La escritura de la poesía es acerca del individuo que se sale de la norma para decir lo que debe decirse, a riesgo de la “no corrección” personal o política, para sacudir los poderes morales, sociales, políticos y/o religiosos del momento.

En sus orígenes, la poesía fue un arte oral y comunitario. Era un aspecto integral e importante de la sociedad. Era la memoria, la biblioteca, la genealogía, la historia, el orgullo y la voz colectiva. El papel del poeta era hablar de y para la comunidad. Era una posición de confianza sagrada. El poema estaba compuesto de palabras cargadas de sentido que trascendían, transformaban y traducían las vidas y acciones cotidianas a un plano de conciencia más elevado. Pero las comunidades crecieron y se diversificaron, y la poesía pasó a ser menos central a la vida de la sociedad, pasando gradualmente a ser temida por quienes detentaban el poder. Esto porque al hacerse marginal la poesía, los escritores de poesía, podían ver y veían a la sociedad con un ojo más crítico. Con interés en el bienestar de la colectividad, con el sentido de cómo este bienestar se podía socavar en provecho del orden y la maleabilidad, los poetas podían hablar, y hablaban por loe oprimidos. Y lo que escribían, su poesía, se hizo sospechosa ante los ojos de las autoridades.

Con el desarrollo de la imprenta, la poesía pasó de lo comunitario a lo personal. La escritura y lectura de poesía pasó a ser un acto privado. El poeta le hablaba no tan sólo a la colectividad sino al individuo insito en ella. El/la poeta asumió el papel de la conciencia en las sociedades en que tener conciencia era un delito. El/la poeta urgió a que los individuos de la colectividad sintieran y pensaran por sí mismos. Así habla Pablo Neruda sobre el papel del poeta:

... Y yo trasmitiré sin decir nada
los ecos estrellados de la ola,
un quebranto de espuma y arenales,
un susurro de sal que se retira,
el grito gris del ave de la costa.

Y así, por mí, la libertad y el mar
responderán al corazón oscuro..

(Neruda, Pablo, Plenos poderes: Deber del Poeta. Buenos Aires: Losada, 1971. Segunda edición, 92pp.)

Para aquellos en el poder, sin embargo, eso era algo que había que desalentar. Y por supuesto se ha tenido que pagar un precio. La lista de poetas que han “desaparecido”, que han sido perseguidos, arrestados, exilados o asesinados es tan larga como la lista de dictaduras de derecha, de izquierda o morales que los ha puesto ahí. La lista trasciende a la historia y geografía. Y la historia nos muestra que siempre y cuando hay un golpe de estado, los poetas están entre los primeros en ser atrapados y silenciados. Los poetas saben esto o deberían saberlo, y cada vez que toman un lápiz para escribir deberían estar concientes de las posibles consecuencias. Ser conscientes de esto les debería dar una razón para no soltar el lápiz.

En Canadá tenemos el derecho a ser libres. Porque hemos logrado este derecho con relativamente poca violencia y derramamiento de sangre, tendemos a olvidarnos lo precioso y precario que es. Lo damos por supuesto, olvidando que tenemos la responsabilidad de estar en guardia para protegerlo, no tan sólo para nosotros, pero para quienes no tienen este mismo derecho. Hablar por ellos no es tan sólo un acto igualitario, sino también un acto de autoconservación. Es un acto necesario. Porque si no hablamos, entonces, ¿Quién va a hablar por nosotros cuando nuestra propia libertad sea atacada?. Y no nos llamemos a engaño. Lo sera. De hecho, está constantemente sitiada por aquellos que piensan que el orden, la conformidad y la ganancia es el dios de tres cabezas que debemos adorar al precio de nuestros derechos y libertades sociales e individuales.

Vivimos en un mundo globalizado. No hay nada malo en esto. Después de todo, todos somos ciudadanos de este planeta. Pero tenemos que ser ciudadanos activos y vigilantes y ser custodios de nuestros derechos fundamentales. Sobre todo, debemos llamar la atención a los líderes que nos representan cuando abusan de su poder. Antes de que el Mercado capitalista se apropiara del término “globalización”, éste era sinónimo de una visión utópica de paz, armonía e igualdad universales. Era una idea y un ideal en el que creíamos. Sin embargo, en el ámbito corporativo y gubernamental, ha pasado a significar otra cosa. Y se ha convertido en un medio de control. En su nombre derechos y libertades se han restringido, e incluso suprimido. Se han promulgado leyes restrictivas nacionales e internacionales. Se han construido prisiones nuevas y mejoradas, y se acrecienta el abismo entre pudientes y desposeídos. La globalización brilla con un resplandor siniestro.

Es el momento de recuperar la idea y el ideal, de limpiar la palabra de la mancha que la ha mancillado. La “Globalizacón” debe pasar a significar intercambio justo, salario justo, leyes Justas y por supuesto, libertad. La libertad de hablar y expresarse sin temer el arresto, la prisión, la tortura y la muerte.

Los poetas siempre han estado en la primera línea de la globalización. Participaron en el libre comercio, el intercambio libre de ideas y poemas, mucho antes de que les pusieran precios y códigos de barra. Han cruzado ansiosos las barreras idiomáticas, dando y tomando, a menudo clandestinamente, “productos” que verdaderamente valía la pena tener. Han traído de vuelta “noticias que son verdaderas novedades”. O como lo dijera alguna vez el poeta y ensayista ruso Osip Mandelstam: “Con frenesí sagrado los poetas hablan las lenguas de todos los tiempos y culturas... ”

Los poetas se refieren abiertamente al dolor, al sufrimiento, la crueldad, la prisión y la muerte. Pero también hablan de coraje increíble, esperanza y nobleza. Incluso en las prisiones brotan canciones de celebración, amor, ingenio, humor y perseverancia; canciones que llevan a las autoridades a la distracción y a veces a la autodestrucción.

En los últiomos años, varios de los que aparecemos en esta antología hemos viajado a diversas partes del mundo y nos hemos encontrado con gente que trabaja activamente en la lucha por la libertad. Hemos sido testigos presenciales del trabajo duro, la vigilancia que eso implica. Recientemente nos hemos enterado de que algunos de ellos han sido arrestados bajo cargos de hablar contra su gobierno y traducir documentación relativa a las contravenciones de ese mismo gobierno a los derechos y libertades humanos. No les han sido imputadas acciones terroristas ni actos criminals, sino protestar, simplemente traducir. Ha sido por sus palabras. Como escritores, trabajadores de la palabra, cómo podríamos permanecer en silencio cuando el derecho mismo a la palabra está siendo atacado. No podemos.

Los poemas de esta antología no son panfletos ni propaganda, sino banderas de protesta contra estos ilegales arrestos “legales”. Abarcan un amplio espectro de temas y trasmiten las “noticias” a quienes comparten nuestro punto de vista, pero también a quienes se oponen a nuestros ideales, a quienes quisieran que nos calláramos y a quienes no les importa. Con estos poemas celebramos nuestra humanidad, nuestro potencial. El no hacerlo sería abandonar nuestras responsabilidades y nuestra libertad.

Esta antología es en defensa de Bahar Kimyongür, Nermin Þükriye Akar Özordulu, Talat Musa Asoðlu y Kaya Saz, actualmente en cárceles, en aislamiento, por tener conciencia y actuar de acuerdo a ella. Son activistas que hablan en representación del pueblo turco, pero ellos son sólo algunos de los muchos activistas que en todo el mundo los gobiernos quisieran silenciar. Ninguno de los poetas que figuran en esta antología es turco. Hemos asumido su causa porque se trata de seres humanos que luchan por los derechos y libertades de su pueblo. Y como poetas creemos que esto es razón suficiente.

Editorial Poetas Antiimperialistas de América
Endre Farkas * Elías Letelier * Carolyn Souaid

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