Friday, August 04, 2006


HERNAN RIVERA LETELIER DE MINERO A CABALLERO.
El destacado escritor chileno pasó en seis años de minero desconocido, a ser uno de los autores más leídos en Chile y el extranjero, donde su obra se ha traducido a más de cinco idiomas y ha sido reconocido, entre otros, con el título de Chevalier (caballero) de las artes francesas.

por Rodrigo Benavente Braniff

Probablemente Hernán Rivera Letelier es uno de los fenómenos literarios más interesantes de los últimos años. El descubrimiento de este talento ocurre recién el año 1995 con su primera novela: “La reina Isabel cantaba rancheras,” que prontamente se transforma en un éxito editorial, alejándolo para siempre de su antiguo oficio de minero. Desde entonces sólo ha cosechado éxitos, y aunque la crítica nacional no siempre ha sido benevolente con su obra, la critica internacional y principalmente los lectores lo han posicionado como uno de los grandes de la literatura chilena de los últimos tiempos. Sus obras han batido varios récords de venta, tanto así que la primera edición de su última novela “Los trenes se van al purgatorio” (5.000 ejemplares) se agotó antes del lanzamiento oficial de la misma. Pero, lejos del divismo que el mismo reconoce existe en algunos círculos literarios -especialmente capitalinos- Rivera Letelier es un hombre simple, con cara y acento de minero, y quizás sea eso lo que ha hecho que sus historias sean tan creíbles dentro de un estilo literario mágico, que se atreve a catalogar de realismo estético.
¿Quién lee los libros de Hernán Rivera Letelier?“Esto puede sonar un poco pedante, pero no creo en la falsa modestia. Creo que entre los escritores soy privilegiado en cuanto a público lector. La ambición de todo escritor es llegar a toda clase de público y lamentablemente no todos lo logran. Hay escritores a los que los leen los muy jóvenes, en cambio hay otros a los que los jóvenes no los pescan, o escritores de ciertas clases sociales, o de mujeres, etc. Para mí es una gran satisfacción comprobar que mis lectores están en todas las esferas sociales, edades y géneros: masculino, femenino y el otro, y eso lo he palpado cada vez que salgo, porque soy uno de los escritores que más viaja dentro y fuera del país. Y se me acerca gente muy joven, de 11 o 12 años, hasta personas muy adultas de 80 o 90 años a decirme que más que leerme, ellos me releen, y eso lo pueden decir muy pocos”.
Muchos, incluyéndome, ven en sus obras reminiscencias temáticas de Manuel Rojas y estilísticas de Gabriel García Márquez. Sin embargo, usted ha declarado escribir en forma mágica sobre situaciones reales. ¿Qué cree usted que ha marcado más su obra, la lectura de estos u otros clásicos o sus vivencias personales?“Siempre se me asemeja mucho con Manuel Rojas y nadie me cree cuando yo les cuento que lo único que he leído de Manuel Rojas es el Vaso de Leche, ese cuento magistral, ¡nada más!. Ahora, a lo mejor se me compara por la temática, ya que los dos tratamos de personajes populares; no obstante, pienso que si mis libros han sido exitosos, no es tanto por el tema, sino por la forma... el estilo de narrar, de contar. Yo no estoy contando nada nuevo, la historia de la pampa se viene contando desde principios de siglo... lo que estoy tratando de hacer es contar esto desde otro ángulo, pienso que por ahí va el asunto. Como dijiste, hay cierta reminiscencia de García Márquez en mis libros y no lo voy a negar nunca, lo considero uno de mis maestros. A él le robé la manera de contar y para eso me leí sus libros quinientas veces, para ver cuáles eran los trucos que usaba este tipo, que hacían que uno tomara un libro y no podía soltarlo. Pero también tengo de Juan Rulfo, como la facilidad de trastocar algo completamente cotidiano en algo mágico. Ahora, en mis libros no hay realismo mágico, si quieres llámalo realismo estético, es decir, la manera de contar cosas comunes y corrientes, que se vuelven mágicas a través del lenguaje. En resumidas cuentas, traspasar el encanto de la poesía a la prosa”.
¿Qué le sucede al obrero Hernán Rivera cuando se da cuenta del éxito que alcanza su primera novela, La Reina Isabel Cantaba Rancheras?“La novela aparece en diciembre del `94 y yo seguí trabajando como minero hasta diciembre del `95, o sea, un año completo en el que yo no me daba mucha cuenta de lo que estaba ocurriendo con mi libro, tanto así que existe una anécdota de mi primer viaje como escritor a Santiago: una tarde libre me puse a recorrer las librerías buscando al escritor cubano Gabriel Infante... cuento corto: en las primeras cuatro a las que entré me reconocieron de inmediato, me hicieron firmar autógrafos y todo, hasta que llegué a la Feria del Libro, donde apenas cruzo la puerta veo venir directamente hacia mí un vendedor, por supuesto estaba preparando mi mejor cara de talento literario, cuando el tipo me dice: ¡ya sé, libros de mecánica!. Obviamente ahí se me bajaron todos los humos”.
¿Escribe usted con diccionario?“Yo soy un amante de las palabras y antes de ponerlas las peso y las sopeso de tal manera que calcen como un diamante; por lo mismo soy un coleccionista de diccionarios. Acabo de descubrir la palabra fárfara, hermosísima...”
¿Como tafanario?“Ja, ja, ja, (ríe con ganas) sí. No sé por qué las palabras con f me gustan; bueno, fárfara es la telita que esta justo debajo de la cáscara de los huevos, o sea que los huevos dentro de la gallina están en fárfara, me encantó y la uso en mi última novela. La verdad que en contra de los que me critican, yo acuso a la literatura chilena de pobreza de vocabulario”.
Usted ha declarado que sólo toma tecito, sin embargo en algunas de sus obras el trago corre que da sed. ¿Realizó al respecto una investigación concienzuda como lo ha hecho con otros personajes de sus novelas?“No tuve que investigar nada porque yo viví con todos esos viejos buenos pa` tomar, los mineros son bravos pa`l cañón. Yo conviví con ellos, pero ellos siempre respetaron mi decisión de no tomar o tomar una Coca Cola. Piensa que allá toman en serio, no piden de a un par de cervezas, allá te piden que tapies la meza y dejes una jaba debajo por si acaso”.
¿En que va el proyecto del director francés Bernard Geraudeau, de llevar al cine “Fatamorgana de amor con banda de música”?“Va bien encaminado, hace poco me llamó mi editora en Francia diciéndome que ya estaban buscando el elenco de la película y según me han soplado se rodará con actores de primer nivel.”
La novela que se encuentra escribiendo trata de la matanza de la escuela Santa María de Iquique, un hecho muy poco tocado por la historiografía clásica, pero sin embargo muy arraigado en la cultura popular gracias a la “Cantata Santa María” de los Quilapayún. ¿Qué fuentes va a usar y qué mirada le dará a este hecho, dada su arraigada emocionalidad? “Tanto así, que este es el libro que más me ha costado escribir. De hecho ha tenido siete revisiones de principio a fin y cada vez que estoy terminando de leerla las lagrimas brotan solas. Con respecto a las fuentes, un destacado historiador nortino me cedió su investigación sobre la matanza. En mi libro le hago un homenaje, pero no te puedo decir nada para mantener la sorpresa”.

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